JULIO VELaSCO, EL VOLEIBOL Y DIEGO MARADONA

El deporte argentino cuenta con entrenadores de esos que da gusto escuchar o leer.

Julio Velasco es uno de esos casos junto a los muchos con que cuenta nuestro básquetbol; llevó al seleccionado italiano a ser dueño del planeta voleibol por varias temporadas en la década del 90 entre sólo uno de sus éxitos.
La de Julio es, sin dudas, una de las mentes más brillantes del deporte argentino y mundial. Pero, además, muestra una enorme sensibilidad ante la muerte de Diego Maradona. Con una emotiva y sentida carta, Julio Velasco, ex entrenador de la Selección Argentina de Vóleibol, despidió al futbolista más grande de todos los tiempos.

LA CARTA
Italia y el mundo respetan y admiran a Maradona, los argentinos y los napolitanos los amamos. El mundo entero lo honra, lo lloramos. En el fútbol nunca tuvimos dudas, fue el mejor de todos: como jugador, como líder, como motivador. Él era el súper estrella y el hombre de equipo: combinación difícil, tal vez único. Nadie fue amado tanto por los camaradas.
Siempre fue uno de nosotros. Podrías imaginarlo en zapatillas recogiendo a un compañero con nadie, disparando mierda, bailando o cantando, festejando.
Diego no era blasfemo cuando fue llamado Dios. Él no era el Dios cristiano, islámico o judío. Él era, y es, un dios griego, con las pasiones y defectos humanos que caracterizaban a los dioses de la mitología griega antigua. De hecho, era un mito mientras estaba vivo, y mucho más ahora.
La figura de Diego me recuerda a Vasco Rossi: ¿cómo logró hacer el concierto más grande de la historia europea en una ciudad de 120.000 habitantes como Módena? El hecho de que sus canciones son hermosas? ¿Por qué canta mejor que los demás? Creo que el misterio es que las personas, las comunes y las menos comunes, se sienten identificadas. En un verso, en una canción o en la vida de Vasco, contradictorio, simple y complejo, con errores y triunfos, con alegría y amargura. Maradona también hace que las personas se identifiquen, especialmente aquellos en dificultades, pero también otros. Fue transversal.
¿Cómo explicas que su muerte ha eclipsado incluso al Covid? ¿Cómo se puede entender este fenómeno mundial? No lo sé. Pero en cambio, sé que no solo puedes usar la lógica y el razonamiento. Se trata de emociones. Como solo los deportes y la música pueden dar. Para ciertos fenómenos no puede usar las herramientas habituales. Esta es la magia de los diferentes.
Hay algunos, o muchos, no importa, que dicen que no fue un buen ejemplo. Siempre dijo que no quería ser un modelo a seguir para nadie, lo que quería era ser uno como los demás. Esto le fue negado, sin embargo él no se quejó. Él pagó sus pecados en efectivo. No se justificó a sí mismo. No buscó una coartada. Ni siquiera por su adicción a la cocaína.
Sin embargo, me pregunto: ¿cuánto valen ciertos valores, en los tiempos que tenemos que vivir?
Nunca hizo una mueca o protestó por el pase equivocado de un compañero. Cuando tuvo que hacer una corrección a un compañero esperó a que se vaciara el vestuario, especialmente si era joven, como cuenta Ciro Ferrara. Nunca se quejó de faltas y sufrió muchas. Siempre defendió a sus compañeros, no solo eso, siempre los consideró los más fuertes que podrían estar allí. Los hizo sentir mejor.
Podía llegar tarde al entrenamiento, pero siempre jugaba para el equipo. Siempre ha jugado, lesionado, enfermo o sin entrenamiento. Estaba condicionado por su adicción a la cocaína, pero nunca por su motivación.
Lo tiene con los fuertes, nunca con los débiles: con el presidente de los Estados Unidos, de la FIFA, de la AFA (la Federación Argentina de Fútbol), con Matarrese.
Dijo cosas que muchos de nosotros hubiéramos querido decir. Lo pensamos, pero medimos las consecuencias. Él no midió, actuó.
Lo traicionó su amigo de la infancia y más tarde, incluso su “representante” de confianza, pero continuó creyendo en las personas. Él vivió para sí mismo, pero también para la gente. Fue un líder, tanto en Nápoles como en Argentina. Su gente también lo amaba porque sentían que el más grande de todos los amaba. Se sentían entendidos, no juzgados
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