GIMNASIA: A VEINTICINCO AÑOS DE UN CAPÍTULO IMBORRABLE

Gimnasia está de recuerdos y, a pedido de Deporte Digital, Mario Bonnot nos cuenta sus sensaciones de joven hincha de ese momento.

El domingo 4 de agosto de 1996 fue determinante para la historia de un Club que hacía años venía trabajando con mucho esfuerzo en el sostén de una base de jugadores que le permitiera ser competitivo en los viejos Torneo del Interior y que soñaba con pegar el gran salto al fútbol nacional. De la mano de Manuel Telis, un técnico que sabía comandar nombres importantes en la escena local y regional, el Lobo venía creciendo desde hace tiempo pero necesitaba una chance de poder demostrar que todo ese proceso bien podía culminar con algo importante, máxime luego de quedar en las instancias finales del último Torneo del Interior. Y la posibilidad llegó de la mano de la propia Asociación del Fútbol Argentino (AFA), que decidió una reestructuración de su segunda categoría y allí propuso que nuestra provincia tuviera una plaza, la que a priori sería para Patronato de Paraná. El grito de los dirigentes ‘menssanas’, la representación en Buenos Aires y la decisión de Julio Grondona de anunciar que con él los ascensos se decidían en un campo de juego llevó a la concreción de una serie de partidos épicos entre los dos principales equipos de Entre Ríos.
El primero de ellos fue el 28 de julio del ´96, con un equipo de Gimnasia que supo hacerse fuerte en el estadio Presbítero Grella y se trajo un importante triunfo por 2 a 1 con dos goles de Héctor “El Príncipe” Alba, acaso de los mejores jugadores que haya vestido la camiseta de Gimnasia, y el descuento de Juan Comas, una de las figuras del Negro de Paraná. Uno de los goles del “Noni” fue de penal, marcando que aquellas finales lejos estuvieron de suspicacias ajenas y que fueron verdaderas batallas dentro del campo de juego entre dos grandes equipos.


El partido de vuelta marcó la presencia de más de seis mil personas en un estadio Núñez que solía contar con mucha asistencia, pero que aquella tarde reflejó lo que significa el fútbol grande del interior, el que moviliza y pelea muchas veces desde la desigualdad y la indiferencia por codearse con los históricos del plano nacional.
Las tribunas bajas, de tablones del sector Este fueron el escenario desde el cual recuerdo aquel partido, además de la experiencia de asistir a un marco tan imponente para mi corta edad, si bien veníamos siguiendo las campañas de Gimnasia en la provincia y Torneo del Interior junto a mi padre, el que me inculcó el amor por estos colores, de los cuales solo se hablaban maravilla y se nombraban hazañas de jugadores comunes, de la ciudad, que jugaban muy bien al fútbol y que imponían condiciones en cualquier cancha en la que se presentaran. Visto desde afuera, en aquel entonces, los nombres propios del Noni Alba, el Nono Díaz, Jorge Herrera asomaban como extraordinarios. Y hasta me impresionaba que el Zurdo Gabriel Miró trabajara con mi viejo en el Hospital Urquiza y que se saludaran cuando pasaba por casa. Eran otros tiempos y la dimensión y el respeto por esos jugadores, se lo ganaban en la cancha y los hinchas se lo retribuíamos en la semana solo hablando de ellos y sus hazañas.


Esa tarde Gimnasia la Gata Telis mandó a la cancha a Jorge Herrera, Juan Monge, Sergio Alba, Marcelo Benítez y Oscar Perrón, Juan Nuñez (Sergio Niveyro), Hernán Orcellet, Héctor Alba y Guillermo Montalbetti, Claudio ‘Manco’ Godoy (Fabián Segovia) y Ronaldo Da Silva (Gabriel Miró). Esa tarde fue el gol del Yiyo Montalbetti de tiro libre dentro del área tras cobrarle tiempo demás por retener la pelota en su mano al aquero Jatib, el empate de Emmert y el temor de una serie que estuvo siempre en disputa, hasta aquella jugada del penal para el 2 a 1. Esa tarde fue el recuerdo de la ejecución de Ronaldo Da Silva –a quien le habían hecho la falta-, fuerte y baja apenas a la derecha del arquero y el arranque del festejo hacia la cabecera norte, cortada por un tirón en la parte posterior, que quedó inmortalizada en la memoria de los gimnasistas presentes aquella tarde.
La imagen del sargento Daniel Giménez, árbitro de aquel encuentro, en el borde del área grande de la cabecera norte mirando el centro de la cancha y señalando el final del partido. Imborrable. Como la hazaña que se había conseguido y el desconocimiento de lo que se venía. La gesta se había realizado, Gimnasia era nacional y se venía un tiempo diferente para un Club que asomaba grande en la provincia y que aquel domingo 4 de agosto, hace 25 años y con más de seis mil personas en la cancha se metía en el profesionalismo.
El estadio Núñez explotaba, el “Dale Lobo” se escuchaba desde los cuatro costados y confirmaba algo que hace rato me decía mi viejo en aquellas tardes de partidos contra 13 de Junio de Pirané, Juventud Antoniana o los equipos que llegaban a Perú y Santa Teresita y que yo solo escuchaba sin entender. “La hinchada va a la Norte pero el viento les lleva el canto para Las Manos, tienen que ir a la tribuna Sur o a la Este”. Ese domingo no solo confirmé eso, sino también que Gimnasia era grande de verdad y que su historia sumaba uno de los capítulos más ricos basada en esos jugadores y cuerpo técnico que lo metían en la conversación importante en el escenario del fútbol de ascenso argentino.