GONZALO GARAY MANGINELLI SE ILUSIONA CON SU FUTURO

El nadador uruguayense que representa a River Plate dialogó con Manuel Iconiccof de La Calle.

La natación uruguayense cuenta con dos representantes de «exportación» y de selección nacional; uno de ellos es Gonzalo Garay Manginelli, el chico que muy joven se fue para Buenos Aires para nadar para el club River Plate. El otro es Maximo Jacquet, el chico de Regatas Uruguay.
Con el nadador de River Plate dialogó Manuel Iconicoff de «La Calle» y por considerarlo de interés transcribimos algunas de las respuestas del nadador que vino a correr el «Aguas Abiertas» que organizó Regatas Uruguay y dominó a especialistas de nadar en el río.
Si hay algo que caracteriza a la natación de alta competencia es que se trata de una disciplina llevada al límite del sufrimiento en cada día de entrenamiento, es el desafío de derrotarse a sí mismo constantemente. El cronometro se puede convertir en el peor enemigo y lograr o no una marca puede significar un antes y un después, el éxito o la frustración de meses o años de trabajo. La Calle se sumergió en el mundo de Gonzalo Garay Manginelli, uno de los jóvenes valores del deporte de la ciudad que hoy busca reencontrase consigo mismo, en un momento donde la pandemia alteró todos los objetivos y plazos del 2020. El “Negro”, que de pibe dejó Concepción para mudarse y nadar para River Plate, no se queda ni con las medallas de los campeonatos y sub campeonatos nacionales ni con sus récords argentinos, sino que quiere ir por más.

ESPERANDO PODER VOLVER
Hoy en día Gonzalo, próximo a cumplir 20 años, se encuentra en nuestra ciudad, alejado un poco de Buenos Aires, uno de los principales focos de contagio de Covid-19. “Me vine más por conveniencia de mi familia que mía. Más allá de estudiar y entrenar hago una vida del club a casa, salgo muy pocas veces al día. Como se hizo más largo de lo que pronosticaban me vine para acá” comienza la charla.

SUS COMIENZOS CON LA «PECO»
Toda historia tiene un comienzo, la conexión de Garay Manginelli con el agua el mismo no la tiene clara. “No te sabría decir si hubo un momento exacto, tampoco sé si vino de familia. Mi mamá nadaba desde chica, que compitió pero no me contó hasta varios años después de que yo empecé a nadar. Surgió por un tema de seguridad, esto de vivir al lado del río. Había que saber cuidarse, un pequeño accidente familiar llevó a mi hermana y a mí a aprender. Con 7 u 8 años hacía básquet en Regatas y a su vez nadaba. Alternaba, al principio lo podía llevar ya que no priorizaba ningún entrenamiento. Después de los 10 años ya había empezar a definirse porque se superponían. El punto de inflexión fue un final de un provincial de básquet pero también tenía un entrerriano clasificatorio a un nacional de natación y ahí elegí. Ese fin de semana me fui a nadar, pero no dejé el básquet de una, lo fui soltando de a poco” declara sobre el punto de partida. Sin embargo, el anzuelo para esta disciplina fue los Juegos Olímpicos de Beijing en 2008. Ahí vio a Usain Bolt volar en la pista destrozando los tiempos y a un tal Michael Phelps colgarse todas las medallas de oro posibles. Y pensó: “Quiero hacer eso”.
Gonzalo integró el plantel de los tiburones de Regatas hasta el 2012 con el entrenamiento de Virginia “Peco” Gradizuela, aunque algunos factores hicieron que ese año se forme el Club República de Italia, donde recaló junto a su profe. “A nivel entrerriano estábamos bien pero empezamos a bajar el rendimiento año a año en los nacionales en las categorías menores que eran las competitivas. Yo particularmente perdía puestos rápido”. En el proyecto de natación con el club Tano estuvo hasta 2015, con buenos resultados en una dupla que supieron conformar con Leonardo Hoet.

LA LLEGADA A RIVER
Ese mismo año en un Torneo Nacional en Mar del Plata, las charlas informales con su amigo Nicolás Giletta se transformaron en una posibilidad concreta de competir para el Millonario. “Era junio de 2015, y me comentaron que les faltaba un espaldista. Yo en ese momento no lo era pero nadaba lo que sea menos pecho. Y empezamos a fantasear, mi mamá se puso en contacto con la delegada de River y surgió la posibilidad pero me tenían que conocer. Un mes más tarde hubo un campeonato en Paraná. Conocí al entrenador y empecé a viajar viernes y sábados a Buenos Aires a entrenar. Al principio fue un calvario por la diferencia de entrenamientos. Era mitad de año escolar y fue muy difícil. Iba y venía, terminé ese año con las faltas justas. En ese verano me quedé con 14 años solo en la casa de una conocida de mi mamá”.
En febrero de 2016 el uruguayense se mudó de forma definitiva compitiendo para River Plate y redondeó un gran año. “Nadar en 50 metros no es lo mismo que en 25. Tenía que formarme como un nadador de 50 metros, no me costaba pero pateaba lento, no aprovechaba lo que te permite la pileta larga que es mantener el ritmo. Debía ser más técnico, no nadaba mal pero necesitaba una nueva estructura técnica. Tuve mi primer nacional con River a principios de 2016 en Córdoba, con mis dos pruebas 200 y 400 libres. Me fue muy bien y le gané al campeón nacional en 200 metros. Al otro día era la prueba que nos gustaba correr a los dos, los 400 mts libres. Necesitaba que me vaya bien ese día, era un punto de inflexión. Le bajé su marca y ahí empezó un poco el despegue”.
Ese año comenzó a integrar las concentraciones con la selección argentina juvenil, logró varios podios, sin embargo llegó el primer gran golpe: quedarse afuera del mundial juvenil 2017. “Entrené muy fuerte los 400 metros libres para un nacional en Mar del Plata. Esa pileta tenía un ambiente increíble, llovía, estaba toda la gente en la tribuna. El día anterior había hecho récord en 200 metros libres, venia entonado. Dejé la vida, toqué y me faltaron 2 centésimas. Se me vino el mundo abajo” comenta el velocista uruguayense. Como si fuera poco a esa edad Gonzalo combinaba doble turno de entrenamiento con el colegio secundario, un ritmo de vida frenético pero normal si le preguntan a cualquier adolescente que desea dedicarse de lleno a la natación de elite.
MOMENTOS DIFÍCILES
Rápidamente encontró una nueva motivación con los Juegos Olímpicos de la Juventud en 2018, pero luego de varios selectivos y concentraciones que sirvieron de filtro para las pocas plazas disponibles, nuevamente se quedó con las ganas de participar de una gran cita. “Era mitad de 2018 y estaba a la deriva, no había torneos, no tenía ganas de ir a nadar. Fue un golpe psicológico tremendo. En ese momento pensás que no estás a nivel, que no das la talla. Descubrí que era algo psicológico porque entrenaba en el club y salía todo bien pero al momento de correr nadaba mal, me agotaba, era como que le tenía miedo a los 400 libres”. El mismo detalla que pasó por un proceso interno de agotamiento, por lo que junto a los entrenadores apuntaron a reestructurar las formas de entrenamiento.” Tenía que soltar las cosas que me llenaban de presión externa, pero no me gustaba mucho ir al psicólogo, siempre me las arreglaba solo”.

TIEMPO DE SELECCIÓN
Pasaron algunos torneos de relevancia donde paulatinamente el nadador uruguayense empezó a sentirse mejor en el agua. Viajes a Ecuador, Brasil, Chile. Con edad de juvenil, fue parte de la delegación argentina que compitió a fines de 2018 en el Sudamericano de mayores de Lima acompañando a nadadores como Federico Grabich, Santiago Grassi, Virginia Bardach, Julia Sebastián y Delfina Pignatiello “Lllegué a ese Sudamericano no de forma perfecta, me faltaba el detalle pero qué hubiese pasado si completaba todos los turnos de entrenamientos. Ahí me enfoqué en el clasificatorio de Santiago del Espero para el Mundial de Budapest. Por dentro pensaba si entro bien, pero si no es así cómo me recuperaría de otro golpe”. En ese nacional clasificatorio al mundial bajó sus marcas en 200 metros y también en 400 metros libres pero no le alcanzó por muy poco.
Luego de algunos meses de incertidumbre por una confirmación de plaza que se hizo esperar, le llegó el debut mundialista al ser convocado para formar parte de la delegación Argentina juvenil que compitió en Budapets, Hungría. “Para mí era sacarse la presión de estar en un acontecimiento sí, En los 400 metros subí un segundo mi mejor registro, era esperable aunque podría haber sido una mejor actuación. Quedé 29°. En 200 metros libres me fue mejor, mi mejor marca. Hice lo que había entrenado. En los relevos bajamos 11 segundos el récord nacional y quedamos cerca de la final. Aprendí un montón, esa experiencia terminó siendo algo más personal que deportiva. Como debut fue bueno, sirvió para terminar de recuperarme de algunos golpes había sufrido”.
Finalmente pudo sacarse la espina de estar en un mundial aunque el 2020 complicó todos lo programado. Según nos cuenta lo único que hay definido a mediano plazo es en Noviembre de 2021 un Torneo Panamericano Juvenil en Colombia. Mientras tanto, sigue entrenando en Regatas en los turnos que puede y aprovecha para articular la preparación física con la carrera de Licenciatura en Administración Pública. “Es un período para re organizarse, no se pierde tiempo, se redirecciona. Hay que ver como se recuperan estos seis meses que no estuve todo el día en el agua. Es volumen que falta, el cuerpo no lo pierde pero hay que ver cómo te adaptas a la exigencia nuevamente, a competir. Hoy pienso en París 2024 como objetivo a corto plazo, lo más cerca que pueda estar, mejor”.
Consultado sobre qué es lo que se siente al tirarse a una pileta, Garay Manginelli confiesa que últimamente se volvió muy crítico. “Pienso en qué se ve desde afuera, qué puedo corregir, dónde está el error, cómo evitarlo. En mi caso es una especie de trabajo, despeja pero por otro lado me estresa, es dividido. Si tengo tiempo libre, no voy a nadar porque sé que al otro día voy a necesitar la energía que gasté. Pero es como un laburo, aunque muchos de nosotros no cobramos. Es una parte de mí mismo, es raro porque es amor-odio. Por ejemplo corriendo en bici podes mirar el paisaje. Acá vos miras la línea abajo del agua. Es duro psicológicamente. Hay una frase que dice que no se disfruta el éxito sino el camino; para el nadador el camino es feo”.

EL TIEMPO LIBRE
Con respecto al lugar que hoy ocupa la familia y el sustento emocional, el “Negro” confiesa que cuando se fue a River no le dio demasiada importancia, lo definió rápido. Algo propio de un chico que iba por nuevos desafíos. Aunque confiesa que actualmente eso cambió. “Los primeros meses que me fui mi mamá me llamaba llorando todas las noches. Si me hubieran dado a elegir, no me hubiese alejado mi familia a los 14 años, pero asumí esa responsabilidad. Hoy cobra bastante relevancia el círculo familiar, después de los golpes sentí como que me faltaba un sustento emocional. Me puedo apoyar en un entrenador, en amigos, pero al final del día llego a casa y estoy solo”.
Fuera del agua al nadador uruguayense le gusta juntarse con amigos y hacer otros deportes como salir a andar en bicicleta, practicar crossfit, jugar al tenis de mesa y se esmera en perfeccionar el levantamiento de pesas. Si bien aclara que no tiene referentes, elogia a Manu Ginobili y a José Meolans. “Me gusta mirar estilo crol y el referente en velocidad es el estadounidense Caeleb Dressel pero no hay un nadador completo, se ha diversificado mucho. Me gusta como trabajan las leonas, la agresividad de deportes como el vóley donde cada jugador cumple un rol. El referente para mí no existe, no sé si va a existir algún día. Creo más en un conjunto de cualidades” finalizó.