El grupo del CUCU resiste a las tormentas

El «picado» de fútbol con grupos de amigos va en vías de desaparición; la creación del Club de Profesionales «Justo José de Urquiza», primero, y la Liga de Veteranos después le ha ido quitando gente y ha ido desmembrando grupos de años.
Algunos subsisten y otros han optado por el fútbol 5 y dentro de los que siguen «vivos» podemos mencionar al del club Universitario donde desde 1984 se juega todos los sábados en forma ininterrumpida aunque, previo a eso, ya se jugaba en la cancha conocida como la de los Judiciales. Pero como no es demasiado trascendente, tomamos el año 1984 como fecha de fundación de acuerdo a lo que nos informa Tiki Dieci.
Este grupo también sufrió un sacudón por la llegada del fútbol de profesionales pero Guillermo Ibáñez -hoy capitán y organizador aunque muy bien acompañado- de un grupo donde se mezclan ex jugadores de fútbol con aficionados de poco nivel;  empresarios, doctores, jueces o abogados con obreros de muchas especialidades o desocupados. No hay diferencias en el «verde césped» como diría el gran Angel Labruna, se le reclama a cualquiera y no siempre de buena manera. Hasta se cuenta con la presencia de Nicolás Bonelli, el piloto del Turismo Carretera que cuando no tiene carrera también se suma.

Guille Ibáñez, Mariano Miño, Mario Lorusso y Leo Cabrera, los encargados de «armar» el grupo.

Pero nada mejor que lo que significan estos partidos es repetir el cuento del fenomenal escritor Alejandro Dolina quien, en su libro “Crónica del Angel Gris”, un delicioso cuento, narra lo que significa un partido de los sábados. Con el nombre de “Instrucciones para elegir en un picado” Dolina explca cómo sólo él puede hacer que «es preferible perder con un amigo».

Vamos al cuento: «Cuando un grupo de amigos no enrolados en ningún equipo se disponen para jugar, tiene lugar una emocionante ceremonia destinada a establecer quiénes integrarán los dos bandos. Generalmente dos jugadores se enfrentan en un sorteo o pisada y luego cada uno de ellos elige alternativamente a sus futuros compañeros.
«Se supone que los más diestros son elegidos en los primeros turnos, quedando para el final los troncos. Pocos han reparado en el contenido dramático de estos lances.
«El hombre que está esperando ser elegido vive una situación que rara vez se da en la vida. Sabrá de un modo brutal y exacto en qué medida lo aceptan o lo rechazan. Sin eufemismos, conocerá su verdadera posición en el grupo. A lo largo de los años, muchos futbolistas advertirán su decadencia, conforme su elección sea cada vez más demorada».
Y acá aportamos un dato real de un delantero-goleador que se quedaba cerca de los que elegían para saber en qué turno estaba. Cuando fue elegido último colgó los botines y no apareció nunca más. El nombre lo reservamos.
«Manuel Mandeb, que casi siempre oficiaba de elector, -sigue el cuento de Dolina- observó que las decisiones no siempre recaían sobre los más hábiles. En un principio se creyó poseedor de vaya a saber qué sutilezas de orden técnico, que le hacían preferir compañeros que reunían ciertas cualidades.

«Pero un día comprendió que lo que en verdad deseaba, era jugar con sus amigos más queridos. Por eso elegía a los que estaban más cerca de su corazón, aunque no fueran tan capaces.

«El criterio de Mandeb parece apenas sentimental, pero es también estratégico. Uno juega mejor con sus amigos. Ellos serán generosos, lo ayudarán, lo comprenderán, lo alentarán y lo perdonarán. Un equipo de hombres que se respetan y se quieren es invencible. Y si no lo es, más vale compartir la derrota con los amigos, que la victoria con los extraños o los indeseables».
Lo que no dice Dolina es sobre lo bueno que son los post-partidos y el grupo del Cucu los tene y Beto -el cantinero- los aguanta hasta tarde.